miércoles, 5 de enero de 2011

Consecuencias

Mi madre ha venido a hablar con mi tutor. Y ha pasado lo siguiente:
Estábamos los tres y mi tutor quería que le dijese la verdad a mi madre del  consumo. Claro, yo le digo que sólo porros. Y mi tutor, insistía, pero no fui lo suficientemente valiente para decírselo a mi madre que consumí también cocaína. Así que me fui y mi tutor se lo dijo. Mi madre se quedo blanca, no se lo podía creer. En mi defensa, mi madre le comentó que ni cenamos en nochebuena ni en nochevieja porque mi madre iba muy colocada. Decía que no se había tomado la medicación ( recordad que ella tiene los anticuerpos), pero a mi no me engaña. Se quejaba de que yo la insultaba y le gritaba.  Hacía días que no sabía de mi por este motivo y por eso el consumo. Pero¿qué quiere? Una madre no tiene que comportarse así, debe cuidar de su hijo y preocuparse por él, no estar como estaba y me da rabia, tanta rabia, que por eso nunca estoy en casa para no verla así. Ella no lo entiende, sólo piensa en ella, que está muy sola desde que murió mi padastro. ¿Y qué culpa tengo yo? No puedo, me supera, intento estar bien con ella, pero me duele tanto...
La consecuencia es bajarme de fase, esta semana no salgo, 3 días de limpieza de centro e ir a terapia por el consumo. La verdad, no quiero ir a terapia, no me queda más remedio, tengo que cumplir. Pero odio que me den terapia gente que no sabe nada de la vida, que no han sufrido, que no han pasado lo que yo he pasado, que tienen una vida de color de rosa. Que van a saber esta gente de mi, de mi dolor y sufrimiento, de todo lo que hemos pasado. Buf! Qué rabia! Cada vez me parezco más a mi madre, estoy siguiendo sus pasos y no quiero. Necesito ayuda y no sé qué hacer. ¿Que va a ser de mi?  ¿Y de mi madre? ¿Que será de nosotros?

1 comentario:

  1. Aquí entramos nosotros, los profesionales, en ayudar a estos chicos que quieren, pero no pueden. Vienen de familias desestructuradas y un entorno conflictivo, intentamos que encaminen su vida de la mejor manera posible dentro de sus posibilidades. Aunque ya se sabe que poco se puede hacer, pero ese poco ya es suficiente. No hay que rendirse y seguir trabajando duro tanto con los menores como con las familias.

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